domingo, 29 de diciembre de 2013

No es país para pobres.




NO ES PAÍS PARA POBRES

            En el puente de la Constitución estuve en Milán, la capital de la Lombardía, la Italia Norte, “la Italia que trabaja” según dicen ellos; de fuerte influencia austriaca, de hecho la región también se denomina sub Tirol.

            La llegada se verifica a la ciudad de Bérgamo que esta situada a unos 40 Km de Milán. Luego me detendré en esta magnifica ciudad que está teniendo un resurgimiento a raíz de que compañías aéreas como Ryanair, hayan elegido como destino de sus vuelos. Este aeropuerto es una alternativa "low-cost" a los aeropuertos internacionales de Milán: Malpensa y Linate

            Hay quien piensa que Milán es una ciudad pobre en monumentos, comparada con otras ciudades italianas como Roma o Florencia, y es cierto, la comparación, si le ceñimos a esos parámetros, no se sostiene; Pero que decir de la belleza sin igual del Duomo –la Catedral de Milán- esa soberbia arquitectura que tanto por dentro  con sus fulgurantes vidrieras; como por fuera, donde vista desde la plaza, nos provoca el vértigo de sus agujas que huyen hasta el cielo, objetivo y logro de la arquitectura gótica. La aristocrática galería Vittorio Emanuelle III –como el Pasaje de Lodares de Albacete-. El cementerio de Milán, verdadero museo al aire libre, es otra visita que no conviene perderse. La suntuosidad de las obras escultóricas que lo pueblan es todo un alarde de la riqueza y cariño hacía aquellos que se fueron; representando más bien la generosidad y el amor de los vivos; que la riqueza de los muertos.  Y desde luego en Milán a la vista de la riqueza de las estelas, tumbas y panteones; no es barato morir –vivir tampoco-. La tercera visita imprescindible: el fresco de la Ultima Cena que pintó Leonardo Da Vinci en el Convento Dominico de Santa María Delle Grazie por encargo de Ludovico El Moro. No es un fresco al uso, como los de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel; es un mural ejecutado al temple y óleo sobre dos capas de preparación de yeso extendidas sobre enlucido. Mide 460 cm. de alto por 880 cm. de ancho.  Si bien la pintura al fresco exige ejecutar la obra con mayor celeridad mientras ésta todavía no ha secado; la técnica de Leonardo ejecutada para La Última Cena, permite más sosiego en su desarrollo. El fresco en cuestión, ha sido puesto de moda recientemente por la obra de Dan Brown “El Código Da Vinci” best seller que ha vendido más de ochenta millones de ejemplares, y que habla de supuesto matrimonio de Santa María Magdalena con Jesús; sus descendientes habrían llegado a Francia, fundando la dinastía merovingia. Mismo argumento que utiliza mi querido Peter Berling en “Sangre de Reyes”. Sobre este último indicar que pese a reprobar -por mi parte- los juegos de azar; participé, activamente, en un concurso sobre conocimientos de la obra –“Sangre de Reyes”- cuyo premio era visitar con este orondo y cubierto -con sombrero- autor, los castillos cátaros del Sur de Francia ¡Lastima, no me tocó!. Bueno a lo que iba, que me pierdo en digresiones: quien quiera visitar “La Última Cena” de Leonardo, que saque las entradas con tiempo desde España: las visitas para conservar el fresco son muy estrictas: máximo 15 personas y 15 minutos de duración. Si la pagina Web de la Ultima Cena no lo permite; sacad un combinado de entradas de La última cena con la Capilla Bramante –no vale la pena en mí opinión esta última- pero así conseguiremos entrada para lo que queremos. Reseñar por último, el divertimento que provoca en un restaurante cercano al Convento de Santa María delle Grazie, el enjambre de turistas que sin tener sacada la entrada previamente pretenden, ver el fresco.

            El personaje de la visita a Milán: Franco Lorenzi. Actualmente e inspirado en mi reciente afición por el afeitado clásico (brocha, jabón sólido o crema y navaja barbera). Buceé por Internet para observar algún establecimiento que fuera digno visita.  Lo encontré: Giovanni Lorenzi En el número 9 de Vía Monte Napoleone . He de significar que posee un museo privado que enseña gratuitamente, previa cita.  A la llegada nos encontramos con un pizpireto octogenario con una poblada barba blanca partida por la mitad que me recordó al emperador Maximiliano. Franco en un mezcla de italiano, inglés y algunas palabras de español, nos explicó todas la piezas de su museo que van desde lascas –supuestamente para afeitar la barba- de la época lacustre de los palafitos, hasta las últimas maquinillas de seguridad alemanas. Las alusiones a su “Papá” son constantes: “Franco –le decía- carece de mérito el trabajar o triunfar sobre algo que de por sí es valioso y reconocido; es muy notable el que algo que es “bajo o sucio” –se refiere al afeitado, depilación, corte del cabello etc.- hacer de ello, algo bello, sublime. Y que duda que Franco y su establecimiento lo consiguen. Ha escrito un libro sobre artículos de afeitado, al que alude sin ningún pretensión de venta por su parte. Se lo compramos, que menos ante tanta amabilidad, y te escribe una dedicatoria muy bonita, que no te permite leer mientras estás a su presencia, con un sensato razonamiento: ¡léalo cuando esté en España, Disfrutemos ahora de nuestra mutua compañía! Que ejemplo ante tanto SMS, WhatsApp y demás que hacen que no estemos, plenamente, ni con los que tenemos en nuestra presencia; ni los que están en ausencia. Hubo otro detalle que me llamó la atención: su indumentaria: chaqueta con dos botones de plata simétricamente situados en la parte superior, camisa blanca cerrada con un colgante metálico a estilo del Oeste americano, y la camisa con dibujos de flores o pájaros, no recuerdo bien. Al preguntarle por tan genuina y bonita vestimenta, nos dio una lección sobre la historia de Europa: nos dijo que su padre, su querido D. Giovanni, había nacido Austriaco, dado que la parte Norte de Italia desde el fin de las guerras napoleónicas en 1815 hasta el final de la primera guerra mundial había pertenecido a Austria, pasando a continuación a Italia. De hecho en determinadas poblaciones del Norte, se habla más alemán que italiano. Y los nostálgicos de aquel tiempo, llevan durante un mes al año, concretamente diciembre, el traje tirolés como recuerdo de aquel pasado que añoran.  Hasta ahora, mi sentimiento sobre la unidad italiana,  estaba ligado a las operas de Verdi,  con esa Aida, los coros de esclavos del Nabucco, que se cantaban como auténticos himnos en pro de la reunificación italiana y constituía un valor absoluto; pero he ahí, que no a todo el mundo le gustó y quieta, pacíficamente, sin meterse con nadie, todos los meses de diciembre recuerdan su raíces germanas, con orgullo, y que mayor orgullo que vestirte con los atributos de lo que amas.

Concluyo para mis amigos del afeitado clásico: Milán más allá de comprar algún jabón o crema es mucho más caro que España, amen de que el IVA está de tipo general al 22%. Una navaja Böker Silver Steel cachas de carey de 6/8 de pulgada que en España se puede adquirir por  165€;  allí cuesta 240€.  Repito no es país para pobres; pero vale la pena perderse por sus calles y exclusivas tiendas de moda.

            Bérgamo: es un ciudad con dos partes diferenciadas: La ciudad alta y la ciudad baja. La alta que está sobre un promontorio y a la que es muy recomendable acceder utilizando un teleférico, es una ciudad medieval con numerosos baluartes y calles empedradas. Una visita para la que reservaría el ultimo día, dado que el aeropuerto está muy cerca.


            Por último, siempre he pensado que Italia nos llevaba años por delante a España en legislación. Me hizo está reflexión un destacado político socialista acerca de la posible imputación de Felipe González por el caso de los GAL. Me dijo que eso en España no podría suceder; que si fuera Italia tal vez sí por su superior desarrollo democrático. Y tuvo razón. En otro orden de cosas y como experiencia personal: Roma 1991, tomamos “due capuchini” en un bar de la ciudad, pago y me dirijo a la puerta de salida sin recoger el ticket. Me llama a voces el camarero y me dice: que lo coja, que si hay un inspector de finanzas en la puerta: lo crujen. La sorpresa que quería contar es que me he encontrado que los perros pueden entrar a los restaurantes y demás establecimientos con el único requisito de que el animal esté bien educado y el dueño del establecimiento lo permita ¡Cuando nos queda por aprender en España, acerca del trato con nuestros “mejores amigos”¡ Pasar del prohibicionismo tercer mundista que ahora practicamos a una cultura de la libertad y el respeto ¡Pues a luchar por que cambien la Ley en España!

lunes, 23 de diciembre de 2013

Doce hombres sin piedad.


 

 

DOCE HOMBRES SIN PIEDAD

 

           Sobre el particular hacer la mención de que el jurado americano es de tipo puro en su función, es decir, sin jurados doctos en derecho, y que para dictar sentencia condenatoria, tiene que ser por unanimidad de sus 12 miembros; a diferencia del sistema español, que habiendo adoptado también el modelo de jurado puro; y no el sistema de escabinado, en el que existe jueces legos y doctos en derecho, tan sólo se requiere que la decisión se adopte por mayoría.

 

          En el comienzo de la película, la tarea de formar un veredicto de culpabilidad unánime, parece sencilla. Los testigos presenciales, en particular una vecina, apuntan claramente al hijo como autor del asesinato. Sin embargo, uno de los jurados se muestra reticente a despachar el asunto con la celeridad que pretenden compañeros. Aquí nos encontramos con diferentes estereotipos, no puedo olvidar la magistral interpretación, que creo recordar fue en Estudio 1 de Televisión Española, realizó Sancho Gracia, -también Ismael Merlo, Antonio Garisa- personificando al Jurado que tenía unas entradas de béisbol para un partido que se celebraba esa misma tarde, que le quemaban en el bolsillo y que quería despacharlo todo con la prontitud que la claridad de los hechos y la premura del partido, demandaban.

 

          Personaje también muy caracterizado, es aquél que desmonta la trayectoria del navajazo, a la vista del arma del crimen. Sincerándose con sus compañeros acerca de sus orígenes y de la razón de ciencia por la que decía que el modo en que había sido apuñalado el fallecido, no concordaba con arma intervenida. Decía: “en mi vida he visto más peleas a navaja que apretones de manos…” Y de ahí, infería las dudas razonables que representaba el caso.

 

          Magistral Igualmente, es el desmontaje de la principal testigo de cargo, la señora que entró en la sala del juicio muy coquetamente, habiéndose quitado las gafas que usaba; pero que un Jurado observador, detectó que las necesitaba, debido a las ostensibles marcas que las almohadillas de sujeción en la nariz, habían asentado de modo indeleble en su cara.

 

          En definitiva, las cosas no son lo que parecen, Henry Fonda va convenciendo uno tras otro a todos los jurados, y de la práctica unanimidad inicial del veredicto de culpabilidad; se pasa al de inocencia. Crimen, como tantos otros de la literatura y la filmografía americana, cometido en una zona marginal, cerca de las vías del tren; tren que enerva las conductas, destiempla los ánimos y en definitiva, parece hacer surgir lo peor de la condición humana. Todo una alarde de lo que la persuasión, inteligencia, perseverancia y generosidad en la consecución de un fin puede determinar ¡Lástima que en la vida real no sea así!