DOCE HOMBRES SIN PIEDAD
Sobre el
particular hacer la mención de que el jurado americano es de tipo puro en su
función, es decir, sin jurados doctos en derecho, y que para dictar sentencia
condenatoria, tiene que ser por unanimidad de sus 12 miembros; a diferencia del
sistema español, que habiendo adoptado también el modelo de jurado puro; y no
el sistema de escabinado, en el que existe jueces legos y doctos en derecho,
tan sólo se requiere que la decisión se adopte por mayoría.
En el comienzo de la película, la
tarea de formar un veredicto de culpabilidad unánime, parece sencilla. Los
testigos presenciales, en particular una vecina, apuntan claramente al hijo
como autor del asesinato. Sin embargo, uno de los jurados se muestra reticente
a despachar el asunto con la celeridad que pretenden compañeros. Aquí nos
encontramos con diferentes estereotipos, no puedo olvidar la magistral
interpretación, que creo recordar fue en Estudio 1 de Televisión Española,
realizó Sancho Gracia, -también Ismael Merlo, Antonio Garisa- personificando al
Jurado que tenía unas entradas de béisbol para un partido que se celebraba esa
misma tarde, que le quemaban en el bolsillo y que quería despacharlo todo con
la prontitud que la claridad de los hechos y la premura del partido, demandaban.
Personaje también muy caracterizado,
es aquél que desmonta la trayectoria del navajazo, a la vista del arma del
crimen. Sincerándose con sus compañeros acerca de sus orígenes y de la razón de
ciencia por la que decía que el modo en que había sido apuñalado el fallecido,
no concordaba con arma intervenida. Decía: “en mi vida he visto más peleas a
navaja que apretones de manos…” Y de ahí, infería las dudas razonables que
representaba el caso.
Magistral Igualmente, es el desmontaje
de la principal testigo de cargo, la señora que entró en la sala del juicio muy
coquetamente, habiéndose quitado las gafas que usaba; pero que un Jurado observador,
detectó que las necesitaba, debido a las ostensibles marcas que las
almohadillas de sujeción en la nariz, habían asentado de modo indeleble en su
cara.
En definitiva, las cosas no son lo que
parecen, Henry Fonda va convenciendo uno tras otro a todos los jurados, y de la
práctica unanimidad inicial del veredicto de culpabilidad; se pasa al de
inocencia. Crimen, como tantos otros de la literatura y la filmografía
americana, cometido en una zona marginal, cerca de las vías del tren; tren que
enerva las conductas, destiempla los ánimos y en definitiva, parece hacer
surgir lo peor de la condición humana. Todo una alarde de lo que la persuasión,
inteligencia, perseverancia y generosidad en la consecución de un fin puede
determinar ¡Lástima que en la vida real no sea así!
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